Texto: Fabiola Ramos Gallo
Fotografías: Amilcar Juárez y Archivo

Chilpancingo, Gro. 21 junio 2020.- Este día del padre no transcurre de la misma forma para todos, mientras unos rompen cuarentena para festejar, numerosas familias sufren la ausencia de un padre o un hijo, en ambos casos el vínculo suspendido genera una incertidumbre permanente.

De acuerdo a cifras otorgadas por el Colectivo de familiares de desaparecidos y asesinados «Justicia para las Víctimas», en Guerrero se tienen registrados 1000 desaparecidos, de los cuales 200 son mujeres y 800 son hombres padres de familia.

Es decir, que más de 800 niños carecen de la presencia paternal en sus hogares.
Es bien sabido que la desaparición afecta el entorno familiar y social más cercano de la víctima. Al tratarse de un referente tan cercano y de tal importancia en el núcleo familiar el impacto es mucho mayor.

El duelo que experimenta un niño durante el proceso de desaparición del familiar implica estrés, negación, culpabilidad, confusión, ira y miedo a perder al progenitor o tutor tendiendo a crear dependencia y baja autoestima.

Las desapariciones han sido mucho más selectivas desde los años noventa, y han dejado al menos dos generaciones de jóvenes en una prolongada espera que ha provocado desesperanza al enfrentarse a la imperante impunidad que representan las instituciones en los trabajos de investigación para dar con el paradero de sus seres queridos.

Cabe señalar que México reporta altos índices de personas desaparecidas, incluso mayores a los registrados en guerras civiles de Medio Oriente.

Es preciso recordar que la desaparición forzada es un crimen de lesa humanidad imprescriptible y a diario se comete un doble crimen al no haber una búsqueda eficaz por parte de la justicia mexicana revictímizando a los afectados .

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