Texto y fotografía: Luis Daniel Nava
Rolando traza en lienzo con un fino pincel detalles de una de las escenas más emblemáticas y ancestrales de su pueblo: la mano de un hombre que vierte mezcal sobre una “cuarta”, una especie de mazo, hecho con reata, que usan los hombres jaguar para pelear en el ritual agrícola Atzatzilistli, en Zitlala.
Rolando Cesar Esteban Bartolo, tiene 17 años, habla español y su lengua materna náhuatl. Viste el uniforme del Colegio de Bachilleres donde estudia, pero al que no asiste desde hace un año por la pandemia por Covid-19.
Por las mañanas, Rolando sale a trabajar como conductor de un bicitaxi y vende botellas de vidrio pintadas con máscaras de tigre, por la tarde se dedica a pintar.
Para cumplir esa rutina, Rolando, conocido también como “Zeyder”, se despierta a las 6:30 de la mañana, toma café y pan y se traslada junto con su padre a Chilapa, a 12 kilómetros de distancia de su casa en Zitlala. Pedalean seis horas una bicicleta adaptada como taxi ecológico.
Después de las 3 de la tarde regresan a su casa para comer unos frijolitos con arroz, salsa y queso fresco acompañados de tortillas recién salidas del comal que su madre —dedicada a tejer palma— les prepara.
Luego se dirige a su pequeño taller que acondicionó a un costado de su sala.
Espacio de arte
El taller de Rolando, es un espacio de cuatro por tres metros resguardado por una cortina. Ahí tiene un caballete, cuadros, dibujos, lienzos, bastidores, pinceles, colores, lápices y pinturas que ha recopilado desde hace cinco años cuando, en la secundaria, empezó a dibujar rostros y a pintar grafiti.
Formalmente se inició en la pintura en febrero del año pasado. En este tiempo ha pintado y vendido tres obras: Yoltekuani, el rostro de perfil de un hombre, sosteniendo una flor de cempasúchil y con una mascara de tekuani en la cabeza; Dualidad, dos hombres jaguar chocando sus cabezas y Soplos de esperanza, la pintura de un niño con sombrero tocando una trompeta.
De lo obtenido ha comprado material y una tableta electrónica que usa para hacer fotografías, insumo de su trabajo.
Además ha iniciado otros cinco cuadros, entre ellos el de la “cuarta”, el arma de los hombres jaguar en el ritual de cada principios de mayo.
En septiembre colaboró junto a los jóvenes pintores Osbelit Garcia, de Coaquimixco, Chilapa; Jerónimo Ventura, de Zitlala y el Colectivo 43 Artes de Tixtla, en la realización del mural La esencia del Atzatzilistli en el centro de su comunidad.
Maneja el lápiz, lapicero, lápices de colores y las técnicas de acrílico y oleo.
Micro murales
Hace dos meses una amiga de su mamá observó el talento de Rolando y le pidió pintar una botella para regalo. El resultado de los pequeños murales plasmados en vidrio sorprendió a propios y extraños. Rolando decidió publicarlas en Facebook.
Desde ese momento los pedidos desde Chilapa, Tixtla y Acapulco no se han detenido; hasta ahora ha pintado unas 60 botellas con mascaras amarillas y verdes de jaguar, cuartas, la iglesia de San Nicolás y estrellas, otro símbolo del pueblo.
“Ahorita salgo”
Cuando cumplió 15 años, Rolando pidió probarse como conductor de un bicitaxi en Chilapa. Su padre con 20 años en ese trabajo —con lo que ha mantenido a su familia—, aceptó.
Los primeros días sintió dolor en las rodillas, la espalda y el estomago, luego se acostumbró. Con la emergencia sanitaria solo puede trabajar medio turno cada tercer día y sus ganancias cayeron.
—¿Cuánto ganas?
—A veces no gano, a duras penas completo para la renta del bicitaxi, 100 pesos por medio día, y para el pasaje 40 pesos o para la gasolina de la moto. A mi me gusta, hay veces que si se gana hasta llego contento. He ganado de 7 de la mañana a 2 de la tarde, sin descansar, 500 o 600 pesos. Ahora bajó a la mitad.
—¿Y cómo es el trato de la gente?
—Hay personas que platican y hasta pagan de más. Otros llevan muchas cosas y cuando les dices que quizá no aguantemos te insultan y dicen ‘¡sino aguantas para qué vienes a trabajar!’. Algunos entienden y agarran dos bicis para que pese menos. Otras personas no pagan. Las llevamos, de repente se bajan y salen corriendo. O los llevamos a sus casas y dicen ‘espérame tantito, ahorita salgo’, entran, cierran y ya no salen.
Carencias
Lo que gana como conductor de bicitaxi no es suficiente, a Zeyder le hacen falta pinceles y otros colores para alcanzar más tonos, ahora solo cuenta con cinco. Además de lienzos.
Ya acudió en tres ocasiones al ayuntamiento de Zitlala sin respuesta: de la presidencia lo mandaron con una regidora que nunca halló.
Mientras su padre se prepara para cubrir un turno vespertino en el bicitaxi y su mamá teje palma, Rolando, de cabello crespo y sin peinar, avanza en su obra con otro de los elementos del ritual de petición de lluvias.
Ahí, en su trinchera en una de las partes altas y periféricas de su localidad, alejado del bullicio de la ciudad, sueña con estudiar pintura en Tixtla o en la Ciudad de México.