Texto y fotografías: Bernardo Torres

Iguala, Gro., 18 de mayo de 2021.- A 80 meses de distancia de la desaparición de 43 estudiantes de la normal de Ayotzinapa, como lo han hecho mes tras mes, los padres y madres regresaron a la ciudad de Iguala a recorrer los sitios donde pudieron ser vistos por última vez.

Desgastados por el largo caminar al que fueron condenados enfrentaron valientes el sol de la Zona Norte, sin perder, a pesar de la adversidad, la esperanza de encontrar con vida a sus hijos.

Como parte del inicio de la Jornada de Lucha «Rompiendo el Silencio», padres y madres arribaron a la Ciudad de Iguala puntualmente a las 10:00 de la mañana y se concentraron en el Zócalo.

Seis grupos conformados por padres, estudiantes de la Normal Rural, activistas y organizaciones sociales se dispersaron por diferentes colonias, donde se presume que los jóvenes estuvieron la noche del 26 y madrugada de aquel fatídico 27 de septiembre de 2014.

Una de las brigadas, encabezada por Isidoro Vicario, represente legal del colectivo, recorrió a pie la Colonia Pueblo Viejo, donde apenas ocho días después de la desaparición fue hallada una fosa clandestina de donde fueron extraídos 28 cuerpos, de los cuales las autoridades no volvieron a informar.

En ese asentamiento la señora Metodia Carrillo Lino, repartió volantes que contenían el número 747 102 4175 y el correo madresypadresdelos43@gmail.com en el que estarán recibiendo información de manera anónima sobre el posible paradero de los estudiantes.

«Soy madre de uno de los 43 desaparecidos, estoy desesperada, llevo más de seis años buscándolo, por favor si vieron o saben algo díganos», suplicaban a cada persona que se encontraban en el camino, en sus domicilios o a bordo de sus vehículos.

La mayoría de la gente se mostró amable y solidarios, aunque dicen que llevan apenas unos meses de vivir ahí, pues cuando ocurrió la desaparición la zona estaba prácticamente deshabitada y sólo era caminada por campesinos.

La mamá Metodia, dijo que no va parar la búsqueda—cuando algunos le pedían ya no avanzar, ella a pesar de padecer diabetes que ha afectado gravemente su salud, pedía avanzar aunque sea dos casas más—y su enfermedad no la va detener.

En el camino, toma una pausa, «la tía»— como suelen decir los estudiantes de la normal—trae además un brazo lastimado sostenido por una palestina, pero dice que no se podía quedar sentada mientras los otros emprenden esta jornada de lucha.

Tomando un poco de sombra, narró la doble tragedia que está viviendo, además de la desaparición de su hijo Luis Ángel, en este momento su nieta Isabel libra una batalla contra el cáncer en un hospital de la Ciudad de México, donde esta semana le iniciarán quimioterapias.

Aún así recorrió más de un kilómetro, de una ciudad en la que el crimen organizado ha silenciado incluso a la prensa, de aquí nadie acudió a cubrir esta jornada de lucha que el colectivo ha emprendido.

Otra brigada, recorrió la Loma de Coyotes, un asentamiento donde antes y después de «La Noche de Iguala» fungió como paso hacia el cerro utilizado como tiradero clandestino de cadáveres.

El resto se desplegó en las calles aledañas a la central de autobuses, la colonia CNOP—que fue hacia donde huyeron los estudiantes atacados esa noche—las calles Hermenegildo Galeana, Ignacio Manuel Altamirano y Juan N. Álvarez.

En cada paso que dieron, recordaban lo vivido en 2014 y lo que sus hijos pudieron haber padecido y así entre lágrimas y cansancio recorrieron cada cuadra.

Mañana y hasta el 27 seguirán recorriendo los municipios de la Zona Norte, Huitzuco, Tepecoacuilco, Cocula y el poblado minero de Carrizalillo, donde se cuentan historias sobre el posible paradero de los estudiantes normalistas.

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