Por: Dr. Carlos Marx Barbosa Guzmán. Premio Estatal al Mérito jurídico 2018.
Chilpancingo, Gro., 21 de noviembre de 2022.- Para empoderar a las niñas y a las mujeres, se requiere mucho más que voluntades, se requiere un cambio de mentalidad profundo y acciones contundentes.
Los procesos de atracción de talento, además de fortalecer la inclusión y el respeto a la diversidad, deben garantizar acceso a igualdad salarial, ambientes laborales libres de discriminación, acoso laboral, violencia y desigualdad.
En México, las mujeres cuentan con igualdad en el marco jurídico; es decir, ante la ley tienen los mismos derechos que los hombres; y la equidad de género es la instrumentación desde el Estado de acciones para equiparar las condiciones de unos y otros. Pero en la realidad, las mujeres siguen padeciendo discriminación y violencia por el hecho de ser mujeres y el poder todavía está concentrado en las manos de los hombres, lo màs grave del caso es que, hay varias mujeres que desde su posición de el poder, obstaculizan que se logre dicha paridad.
La tasa de participación económica de las mexicanas es muy baja. Hasta antes de la pandemia, solo el 45% de las mujeres mayores de 15 años contaban con un trabajo o estaban en búsqueda de uno. Sin embargo, la pandemia borró muchos avances: en 2020, solo 41% de las mujeres participaban en la economía.
¿Por qué es importante la equidad de género? Expertas aseguran que las mujeres siguen siendo discriminadas y que las políticas públicas no han sido efectivas. Esta última toma en consideración circunstancias contextuales como género, acceso a educación, entorno social y económico entre las personas.
Fue en los primeros años de este siglo que en México se pusieron en marcha programas y políticas públicas como la aparición de los institutos nacionales de la mujer a nivel estatal y municipal, la publicación de marco jurídico como la Ley General para la Igualdad entre Mujeres y Hombres, la Ley Federal para Prevenir y Eliminar la Discriminación y en 2007 la Ley General de Acceso de las Mujeres a una Vida Libre de Violencia.
Romper el techo de cristal
El techo de cristal es una barrera que siembra obstáculos diversos tan sutiles que terminan por invisibilizar el desarrollo y crecimiento profesional de las mujeres.
Se le conoce por ese nombre pues, aunque las mujeres cuenten con el conocimiento y las habilidades para asumir posiciones de dirección en diversos sectores empresariales o, por ejemplo, ser rectoras de una universidad, son los hombres quienes casi siempre asumen dichos puestos.
En el 2018, se publicò un reporte realizado por la consultora McKinsey & Company, y mostró que las empresas pierden oportunidades de incrementar sus ganancias por mantener un techo de cristal, y para ello se aplicaron encuestas a 8,600 empleados de 50 empresas emblemáticas de México.
Los resultados mostraron que aumentar la participación femenina en la plantilla laboral de estas empresas agregaría hasta 0.8 trillones de dólares al Producto Interno Bruto (PIB) de México, alrededor de 70 % adicional.
Entre sus principales resultados se encuentra que las mujeres representan sólo 10 % de los comités ejecutivos de estas compañías, y sòlo el 8% llega a ser CEO o directora ejecutiva. Y a pesar de que se ha observado que la rentabilidad de las compañías que tienen a mujeres en altos niveles de su organización aumenta 55 %; no obstante, menos de una tercera parte de los empleados conoce la relación entre diversidad y desempeño del negocio.
Ingresos también son distintos
En cuanto a la brecha salarial, el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) publicó en el cuarto trimestre del 2019 que el ingreso promedio de las mujeres en México equivale a 2.2 salarios mínimos mensuales por jornada de trabajo mientras que el salario promedio de los hombres fue igual a 2.6 salarios mínimos.
Si se observan niveles más altos de ingresos, por cada siete hombres, hay tres mujeres percibiendo de 6,000 a 15,000 pesos al mes; mientras que quienes perciben arriba de 100,000 pesos mensuales son 72% hombres y 28% mujeres.
Las mujeres en puestos de liderazgo
Poco a poco las mujeres mexicanas van afianzando su lugar en puestos directivos en las empresas. Su promoción es lenta y con tropiezos, pero va en ascenso. En el año 2019 ocuparon 26% de los puestos directivos en México; en 2020, alcanzaron el pico máximo de 37% y en 2021 la cifra es de 35%, ocupando el séptimo lugar a nivel global.
Respecto a la proporción de mujeres directivas en todo el mundo, la cifra alcanzó 31%, frente al 29 % del año pasado.
El incremento de la presencia femenina en los puestos directivos se explica en gran medida por la flexibilidad laboral que ha propiciado la pandemia: el distanciamiento social obligó a las empresas a migrar al trabajo digital, lo que ha posibilitado que las mujeres tengan un horario propio de trabajo, participar plenamente en las reuniones en línea y la eliminación de la presión por los desplazamientos. El poder de trabajar juntos: prácticas emergentes que promueven el empoderamiento económico de las mujeres.
Pero no todo ha sido positivo, porque una investigación de las Universidades de Oxford, Cambridge y Zúrich descubrió que en el Reino Unido, Estados Unidos y Alemania, las mujeres de todos los niveles de ingresos se encargaron más del cuidado de los niños y de la educación en casa que los hombres durante el gran confinamiento. Por ese motivo es que se sugiere que los hombres paulatinamente asuman más funciones de cuidado en el ámbito familiar.
El Reporte del Foro Económico Mundial (WEF) sobre la Brecha de Género revela que la paridad de género está en el centro de las actividades clave del desarrollo social y económico. De esta forma, el fortalecimiento e incremento en la participación de las mujeres en roles clave tanto en la iniciativa privada como en el servicio público requieren la inclusión y desarrollo de talento en forma equilibrada para solventar las actuales deficiencias de los sistemas educativos, de empleabilidad y desarrollo, generando igualdad de oportunidades para niñas y mujeres.
De acuerdo a lo anterior, es de reconocerse que globalmente ha habido avances, pero aún hay mucho por hacer; porque de la mano de la igualdad, debe venir la implementación de prácticas positivas con perspectiva de género, que busquen desarrollar una cultura de respeto, equidad y empoderamiento para mujeres y hombres.
Es cuánto.