Texto Rafael Solano

En los medios impresos y electrónicos de la capital del país, analistas han coincidido en que el presidente de la república ha estado ausente tras la devastación dejada por el huracán “Otis” a fines de octubre. A dos semanas, es palpable esa falta de interés porque Acapulco y el municipio colindante de Coyuca de Benítez tienen aspecto de zona de guerra, aunado a que los servicios de agua y electricidad siguen fallando.

¿A qué se debe ese distanciamiento? Los críticos más duros señalan que a Andrés Manuel López Obrador no le gusta enfrentar problemas; él prefiere los actos donde entrega apoyos sociales porque recibe aplausos, porras y abrazos. Ir a un lugar de desastre implicaría tener que lidiar con reclamos, denuncias y hasta insultos. Eso le causa disgusto.

Otra suposición es que al presidente de la república no le interesa Guerrero en términos electorales por la poca cantidad de votantes que tiene en comparación con la capital del país o entidades como el Estado de México, Veracruz o Jalisco. Esto es, que no le importaría perder todos los votos de los guerrerenses porque el millón que se perdería no es nada comparado con los más de 15 millones de la Ciudad de México o los 10 millones del estado jarocho. Al parecer, la lógica es que lo mejor es gastar la cantidad requerida para reconstruir Acapulco y Coyuca de Benítez en aquellos estados donde hay más votos posibles de obtener, que seguir en la preferencia electoral de la gente de Guerrero que poca proporción de sufragios aportaría en caso de repetirse el resultado del 2018, que fue de más de 30 millones de sufragios emitidos.

Obvio que también está la explicación (o teoría) de que a López Obrador lo único que le interesa en concretar sus caprichosos proyectos faraónicos como el tren maya o la refinería de Dos Bocas, los que se están llevado la mayor proporción del presupuesto. Tampoco quiere quedarse sin dinero para el pago de pensiones y becas que tanta popularidad le han traído.

Sea cual sea la causa, motivo o razón para la falta de respuesta del gobierno federal ante el desastre que acarreó “Otis”, que comparado con anteriores gobiernos ha sido nula, está la cruel paradoja que el presidente de la república que despotrica continuamente contra los gobernantes “neoliberales” está resultando, en la práctica, más neoliberal que sus antecesores porque evita gastar en la gente; por eso vino la desaparición del Fondo de Desastres Naturales y antes el Seguro Popular. De eso se trata el neoliberalismo: el gobierno hace todo lo posible para hacerse a un lado en cuanto al gasto social; que sea la gente la que invierta. En este caso, en seguros contra desastres naturales o gastar en la reconstrucción cuando llegue algún ciclón o sismo.

Triste panorama para Guerrero, que tiene sus mayores ingresos en el turismo. López Obrador prometió que no habría “amarga Navidad” para la gente de Acapulco; también prometió que a la semana del paso del huracán ya habría electricidad en todo el puerto turístico.

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