Texto y Fotografías: Luis Daniel Nava
Chilapa, Gro; 03 de septiembre de 2020.- Cristian dibuja una casa con ventanas, árboles y piedras alrededor. Está sentado en una lata vacía de tres kilos de chiles jalapeños y utiliza un banco desgastado de madera como mesa. A su alrededor hay costales de cebolla y cajas de jitomate.
Son las cuatro de la tarde del viernes 28 de agosto, el quinto día del nuevo ciclo escolar en medio de la pandemia y Cristian de siete años está terminando de contestar las preguntas de Conocimiento del Medio del examen de diagnostico que su maestra le entregó en el local que sus papás tienen en el mercado agroindustrial de Chilapa.
Trabaja en un espacio reducido en su puesto de tres por tres metros donde ofrecen verduras, frutas, condimentos, frutos secos y hasta hierbas.
Cristian es uno de los ocho alumnos —de un total de 30 — de segundo grado de la Primaria Cuauhtémoc del turno matutino, cuyos padres no cuentan con televisor ni teléfono inteligente.
Es por eso que su maestra Alicia Fuerte Hernández desde que inició el inédito ciclo decidió llevarles lecturas y ejercicios matemáticos impresos para que tengan acceso al programa de estudios.
De acuerdo a la delegación regional de Servicios Educativos de la Secretaría de Educación Guerrero, en los municipios de Chilapa, Zitlala, Ahuacuotzingo, Atlixtac, Acatepec, Zapotitlán Tablas y José Joaquín de Herrera, el 25 por ciento de los alumnos de preescolar, primaria y secundaria no tienen televisión para recibir clases ni cuentan con teléfonos celulares para comunicarse vía WhatsApp con sus maestros. Además de que hay amplias zonas sin señal.
Sin la posibilidad de acudir a la escuela, a las seis y media de la mañana Cristian, su hermano y sus papás se levantan en su casa en Atzacoaloya para trasladarse al mercado ubicado en la cabecera de Chilapa, a unos 20 minutos.
En punto de las siete de la mañana, con frío y el cielo lluvioso, el pequeño ayuda a abrir el local ubicado en la parte trasera del concurrido mercado.
A la hora que las autoridades educativas piden que los estudiantes de primaria sintonicen los canales de televisión para recibir clases, Cristian descascara las cebollas y los tomatitos para venderlos.
Cuando sus padres están ocupados, atiende a los clientes en la parte frontal del puesto, desayuna y también se da un tiempo de jugar con algunos vecinos de los locales.
A la hora de la comida, ya que la afluencia de clientes baja, Cristian inicia su jornada educativa.
Dedica dos horas diarias a contestar las tareas que le lleva su maestra y que tiene que entregar cuando vuelva a verlo.
Este viernes 28 de agosto, su maestra fue a entregarle a él y a sus papás cubrebocas que una empresa le regaló cuando se enteró que visitaba a sus alumnos.
También fue a recoger el examen con preguntas de Español, Matemáticas, Conocimiento del Medio y Formación Cívica que le entregó cuatro días antes y que Cristian alcanzó a contestar con todo y su trabajo diario.
“Si puede, según dice que no puede y ya le salió la casita”, explica su hermano mayor Guillermo que lo asesora en su tiempo libre.
—¿Cómo trabaja Cristian?
—Pues bien, nada más que cuando se pone que más o menos no quiere también se le grita para que ponga atención porque a veces se distrae mucho. Al final si puede, nomás que necesita que esté ahí uno y claro que lo hace, se que al último puede hacerlo.
A la señora Cristina, mamá de Cristian, se le dificulta enseñarle por eso le parece de gran ayuda que la maestra lo asesore en estos momentos en que la escuela permanece cerrada.
También confía en su hijo. Recuerda que antes de entrar al kínder no podía ni hablar bien y al final aprendió a escribir y a leer y hasta empezó a tener amigos.
“La mera verdad si va aprender poco a poco, pues así le pasó en el kínder; no podía pero ahorita gracias a Dios ahí va”.
Dice que Cristian es tranquilo, no es muy travieso, además de que no lo deja salir a la calle; y aunque lo dejara no podría porque todos los días regresan por la noche a su casa, solo para merendar, platicar su jornada y descansar.
Cuando pasan más tiempo en su hogar, Cristian ayuda a barrer y a lavar los trastes, cuenta su hermano Guillermo.
Para Guillermo es preferible que hubiera clases normales en la escuela, aunque entiende que en este momento no se puede.
En Chilapa la nueva enfermedad ha infectado a 197 personas y le ha cobrado la vida a otras 23.
“Si estaría bueno, porque sí va a poner más atención, así aquí como que no pone atención porque no tiene maestro. Estaría bien que volvieran las clases, así aprenderían más los niños, se ayudarían entre ellos y los maestros los ayudarían”, dice la mamá de Cristian.
Tímido pero con una sonrisa, Cristian comenta que también extraña la escuela, a sus compañeros y a su maestra. Dice que de grande quisiera pasear y conocer muchos lugares.
Cristian terminó el primer año de primaria con un promedio de 9.4 y en su examen de diagnóstico, que hizo en medio de su trabajo en el mercado, obtuvo 9.0 de calificación.