Texto y fotografías: Luis Daniel Nava
Chilapa, Gro., 31 de agosto de 2021.- “Tu esposo se fue con otra mujer lo más seguro, se aburrió de ti, espéralo va a regresar”, le dijeron a Regina en el Ministerio Público en 2015 cuando acudió a denunciar la desaparición de su pareja. Tres años después sus restos le fueron entregados.
Son los testimonios de mujeres, esposas, madres, hermanas de víctimas de desaparición en Chilapa, que en su búsqueda han encontrado desdén de autoridades, burlas, estigmatización de sus propios familiares y enfermedades pero que se mantienen firmes por encontrar la verdad y la justicia.
Regina Cervantes de Zitlala se unió al grupo de familiares de personas desaparecidas en marzo de 2015 luego de la desaparición de su esposo Roberto y su sobrino Rafael.
En el colectivo encontró una familia que padecía el mismo dolor, después de deambular sola en los laberintos burocráticos de la Fiscalía General del Estado (FGE) y de la búsqueda sin éxito de sus cercanos en hospitales, comandancias de la policía y en la calle.
Desde que le entregaron los restos de sus familiares el 13 de junio de 2018, Regina tiene la relativa tranquilidad de saber dónde están y a dónde poder llevarles flores.
Aunque también es la fecha en que no le han informada nada de los responsables de los delitos de desaparición y homicidio.
Su proceso, dice, fue tan doloroso que continúa apoyando a sus compañeras esposas o madres hasta que ellas también sepan el paradero de los ausentes.
“Yo lo viví, cuando empiezas sola no sabes con quien te vas apoyar y la verdad estar con estas personas del colectivo es como una familia que se hace.
“Aunque ya encontré los restos de mis familiares, voy a seguir viniendo para apoyarlas, porque se siente feo, se siente un vacío sin saber nada porque cuando desaparecen no sabes a quien acudir”.
“Voy a apoyarlas para que algún día puedan vivir más en paz. La verdad si se siente uno en paz cuando te dicen aquí está ya está muerto, ya sabes a donde llevarle flores.
En el inicio de su búsqueda Regina también tuvo el rechazo de su propia familia que le dijeron que si los habían llevado es porque en algo andaban metidos o que su labor de búsqueda era inútil porque su esposo ya estaba muerto.
“La verdad es un dolor que se siente bien feo.
Luego en el Ministerio Público.
“En el principio cuando fui al Ministerio Publico me dijo el encargado ‘se fue con otra (mujer) lo más seguro, ya se aburrió de ti. Espéralo dentro de una semana, un mes, un año, regresará’. Se siente feo que te digan eso”.
“En lugar de que te ayuden a buscarlo te dan la espalda”.
Regina sobrevivió la búsqueda de su esposo y su sobrino en la precariedad, sin empleo, cuidando a niños desamparados y trabajando en el campo para poder comer.
Sin estudio, sin poder hablar bien el español y ahora con la pandemia, dice, es difícil o casi imposible encontrar trabajo.
Por eso es que pide a las autoridades que hagan su trabajo, que investiguen, que les tomen las muestras a los cadáveres y que los comparen con las de sus familiares.
“Para que la familia pueda descansar y puedan vivir en paz. Es un dolor muy grande vivir sin poder saber dónde están tus familiares sin saber si está vivo o muerto”.
El caso de Regina, del municipio de Zitlala, es uno de los 58 casos de desaparición forzada registrados de 2014 a 2020 que acompaña el Centro Regional de Defensa de Derechos Humanos José María Morelos y Pavón.